27 de septiembre de 2011

Mentira (2)

En la primera entrada de esta serie, dije, palabras más palabras menos, que la mentira se define porque no puede evitar que varíen todos los términos que definen la verdad. Esta definición tiene un problema de fondo: es fácil suponer que una mentira si logra que sus términos se estabilicen y no varíen puede, en efecto, convertirse en una verdad. Esto no es así; digo, se trata de un falso problema. ¿Por qué? Pues porque la mentira requiere, necesariamente, que los términos varíen y si no varían entonces no se convierte en una verdad sino que desde el principio no es una mentira. Pongamos un ejemplo para que se entienda mejor. En el enunciado, «el 16 de agosto de 2009, Usain St. Leo Bolt, atleta jamaicano, en el marco del Campeonato Mundial de Atletismo de Berlín,  recorrió los 100 metros en 9,58 segundos, con un viento favorable de 0,9 metros por segundo.» Los términos estables que favorecen la veracidad son los que mantienen una relación igualmente estable con lo que muy rápidamente llamaré “externos reales”; en este caso, la fecha, el lugar, el evento deportivo… Si alguien pone en duda que Bolt haya corrido así de rápido, siempre es posible verificarlo por la vía de un archivo o una memoria externa del cual o de la cual se puede recuperar la ocurrencia de los externos reales y la relación entre éstos y lo que Bolt hizo. Hoy día tanto el archivo como la memoria existen en forma de entidades artefactuales, cosa que facilita la verificación. En cambio en este otro enunciado nada es fácil de cara a la veracidad: «Ayer me levanté con mucha energía y viendo que no había nadie que me viera así de energético decidí correr lo más rápido posible y, bueno, recorrí 100 metros en 9,50 segundos. Tenía el viento en contra pero no me importó.» En este caso, no hay reales externos, sino internos, es decir, el corredor que al mismo tiempo es sujeto del enunciado y testigo tanto de su propio estado como de su propia acción. En este caso, ni su carrera ni el resultado ni las condiciones tanto personales como ambientales que reporta, son verificables y me atrevería a decir que ese sujeto viéndose interpelado, comenzaría a agregar variaciones a los términos del enunciado y sólo mantendría constante su propia presencia en su propia acción.

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